Hace ya tiempo que observé que desde el mundo institucional y corporate había muchas reticencias a hablar sobre cryptos, mientras que toda empresa que se preciara de innovadora tenía en marcha un proyecto de blockchain. Eso sí, nada de criptomonedas: trazabilidad, identidad, inmutabilidad de la información, etc.
Seguramente debido a que, aún hoy en día, las criptomonedas arrastran una inmerecida fama de herramientas de blanqueo, evasión fiscal y estafas: inmerecida no porque no existan, sino porque son migajas comparadas con los billetes de dólar o de euro, que es con lo que se hace el 99% de tan poco edificantes actividades, pero de las que nadie, obviamente, tiene problemas para hablar. ¡Cash is king!
Así que nada, las grandes consultoras preparaban un proyectito con blockchain relacionado con la actividad de cada cual (o no), se ponía en la memoria anual en la parte de innovación y si luego no servía para nada, a otra cosa, mariposa.
Bitcoin si, blockchain no
Por reacción a esta actitud, más bien, los cryptobelievers (Los creyentes de cripto) adoptan la postura de “crypto, not blockchain”, para demostrar su disconformidad con la narrativa que ellos tachan de hipócrita descrita arriba. Cuando, además, no hay ninguna duda de que los mejores casos de uso y de éxito de la tecnología blockchain están en el mundo cripto, comenzando por Bitcoin.
Baste un dato – sin ni siquiera usar el valor en dólares de las criptomonedas-: las finanzas descentralizadas o DeFi (o sea, cripto-cripto), tienen en sus protocolos a día de hoy doscientos treinta y cuatro mil millones de dólares americanos. Me gustaría saber cuál es el valor capturado por el blockchain en trazabilidad o identidad e inmutabilidad desde el inicio.
Así pues, resulta que, operando con una misma tecnología, nos encontramos con dos bandos, los que hablan solo de blockchain (pero miran de reojo el mundo cripto) y los amigos de lo cripto, que desprecian todo lo que huela a solo blockchain.
La regulación como elemento crucial para la adopción cripto
Esta situación no podía durar para siempre, y ya algunos pesos pesados (como el BBVA) empiezan a prestar servicios de criptomonedas a sus clientes… suizos. Una vez más, una legislación más favorable y un clima de apoyo a la innovación que verdaderamente genera valor por parte de un país marca la diferencia. De hecho, conozco varios proyectos excelentes que, o ya se han ido fuera de España, o están pensando en hacerlo.
La realidad, hoy, es que, poco a poco, el legislador, para bien o para mal, está empezando entender que lo cripto es un proceso imparable: recientemente la UE ha aprobado el primer borrador del reglamento MICA (Markets in Crypto Assets) que establece el marco regulatorio en el que cada país de la UE abordará la cuestión de los cripto-activos (nótese la diferencia respecto a criptomonedas). Como la cosa europea suele ser así, parece que les llevará un par de años aún aprobarlo.
Y en esas estábamos, con un sentimiento agridulce, cuando aparece el gobierno español con un arsenal de medidas de identificación, control, información, declaración y tributación para empresas y particulares que usen criptomonedas. Para mí la cuestión no es que no se deba regular, sino que en vez de hacerlo sentándose a hablar con la comunidad y entender la mejor manera de legislar para impulsar un sector clave en la tan traída transformación digital, más parece un potaje de medidas disuasorias nacidas de un desconocimiento profundo de la materia y de una visión blockchain del mundo crypto.
El metaverso une a las comunidades pro-blockchain y pro-cripto
Mientras tanto, como quien no quiere la cosa, ha aparecido un concepto que ha puesto de acuerdo -inexplicablemente- a las dos comunidades: el metaverso. Desde el año pasado, cuando Facebook anunció que va a mover toda su actividad al metaverso (sea lo que sea lo que eso significa) se ha iniciado una carrera desaforada por implantar el metaverso desde el real estate al gaming, pasando por el mundo financiero. ¡Metaverso para todos!
A finales del año pasado recibí una llamada del CEO de una empresa solicitando presupuesto para la implantación del metaverso en su empresa. Cuando le pregunté qué quería exactamente, me dijo, literalmente, que no lo sabía, pero que lo necesitaba ya. Obvia decir que le dije que no le podía ayudar.
Cada día me llegan invitaciones a charlas, webinars, cursos o publicidad sobre el metaverso, que se extiende en todos los ámbitos: consultores (claro), universidad, empresas del ramo, expertos y todo tipo de entes de distinto pelaje. Hasta de un gran banco español acabo de ver un convite a una charla sobre el metaverso. ¿Comorl?
Resulta que la solución a la dicotomía que he planteado en estas líneas ha llegado sola e incruenta: ¿Cripto o Blockchain? Ninguna de ellas: Metaverso.
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