La descentralización puede resolver los problemas de la gobernanza de las redes sociales y otros.
Aunque las criptomonedas tienen un potencial increíble para democratizar las finanzas, algo que está cada vez más claro ahora que hemos superado el periodo del hype, la blockchain tiene aplicaciones más amplias y de mayor alcance.
En un mundo descentralizado, no tenemos que depositar nuestra fe en guardianes humanos.
Dicho mundo sería más justo, más transparente y más seguro que un sistema en el que el poder está centralizado y, por ejemplo, los CEO de empresas privadas podrían decidir qué es y qué no es libertad de expresión.
Desencadenando la blockchain
Vitalik Buterin, el fundador de la blockchain de Ethereum (ETH), fue la primera persona en llamar la atención del público sobre el gran potencial de la blockchain.
Su intención original era mejorar el ecosistema de pagos de Bitcoin (BTC), pero se dio cuenta de que la blockchain podía soportar cualquier tipo de transacción imaginable, lo que dio lugar a nuevas posibilidades.
La tecnología que hace esto posible son los contratos inteligentes: contratos escritos en código e implementados en la blockchain. Dichos contratos están diseñados para ejecutarse por sí mismos cuando la red cumple y verifica parámetros predeterminados.
Muchas de nuestras interacciones diarias tienen un elemento contractual, lo que significa que los contratos inteligentes tienen una gama muy amplia de casos de uso.
Algunos son muy simples, como las transacciones de compra y venta, pero el principio también se puede aplicar en situaciones complejas, como la gestión de la identidad y de la reputación, la toma de decisiones institucionales e incluso la aplicación de la ley.
Los contratos inteligentes son mucho más eficientes que los procesos que buscan reemplazar porque son autoejecutables. Es por ello que no tienen necesidad de supervisión externa, mecanismos de ejecución o de otros intermediarios.
A diferencia de las transacciones tradicionales, los contratos inteligentes no requieren confianza ni buena fe, dos cosas que, en el mundo moderno, no se demuestran.
Si se cumplen las condiciones acordadas previamente en el contrato inteligente y los cálculos matemáticos, verificados por la red, confirman que todo es válido, la transacción continuará y no se podrá revertir.
El problema de la centralización
Chris Dixon, experto en cripto, sostiene que los sistemas centralizados siguen un ciclo de vida similar a la curva de una S muy predecible:
“Cuando comienzan, hacen todo lo posible para captar usuarios y terceros como desarrolladores, empresas y medios de comunicación […] para hacer que sus servicios sean más valiosos”.
Pero “a medida que las plataformas avanzan en una curva S de adopción”, continúa, “su poder sobre los usuarios y terceros crece constantemente“.
La relación se convierte en suma cero cuando la curva alcanza su punto máximo. La forma más sencilla de que el sistema siga creciendo es extraer la mayor cantidad de datos posible de los usuarios y canibalizar servicios que hasta ahora eran complementarios.
Dixon habla de los peligros de la centralización en la tecnología, pero no es una locura argumentar que esto también se aplica a otros ámbitos.
La centralización concentra el poder en manos de unos pocos y, con el tiempo, sus intereses comienzan a competir con los de sus usuarios, surgiendo así la falta de transparencia y el comportamiento rentista.
La centralización también crea un único punto de fracaso que podría provocar el colapso de todo el sistema.
Dicha situación tuvo lugar en 2008, cuando los problemas de los bancos que se habían vuelto demasiado grandes como para quebrar desencadenaron una recesión mundial. Pero, como demuestran el asalto al Capitolio de Estados Unidos y la posterior decisión de los gigantes de las redes sociales de destituir a Donald Trump, el potencial de un fracaso generalizado y de consecuencias imprevistas y no deseadas se aplican tanto a los gobiernos como a nuestro contrato social.
Los fracasos devastadores no siempre se deben a vulnerabilidades o hacks. Las personas y las organizaciones, incluidos los gobiernos, toman malas decisiones, ya sea por errores genuinos, incompetencia, corrupción u otras razones.
La promesa de blockchain para un futuro mejor
Buterin distingue entre tres tipos de descentralización:
- Arquitectónico: cuántos componentes físicos componen el conjunto.
- Político: cuántos individuos u organizaciones controlan el sistema.
- Lógico, es decir, si hay una única interfaz y estructuras de datos o una disposición más amorfa.
El verdadero potencial de la blockchain radica en eliminar la centralización política y arquitectónica, colocar el poder en manos de los usuarios finales y proporcionar un mecanismo de gobernanza más seguro.
Un sistema descentralizado, sin confianza y sin estado puede hacer posible que se acabe con la influencia del gobierno.
Asimismo, puede brindar nuevas oportunidades a personas que han sido excluidas de los sistemas tradicionales debido a las barreras de entrada arbitrarias.
Y, por último, puede ayudarnos a crear mejores versiones de organizaciones centralizadas como Twitter: seguras, privadas y donde la narrativa no puede ser robada por intereses creados para jugar con el sistema.
La blockchain no resolverá mágicamente todos los males de la sociedad. Pero al eliminar a los intermediarios y permitir verdaderas interacciones entre pares, podremos alinear los intereses y los incentivos de una mejor manera.
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