Hace aproximadamente 10 años, nuestro país vivía uno de los peores momentos económicos de su historia. El gobierno de Mariano Rajoy solicitaba a la Unión Europea un rescate al sistema bancario español mediante un crédito de 100.000 millones de euros para salvar al sistema bancario de una burbuja inmobiliaria alimentada por una cantidad ingente de crédito de dudosa calidad.
Cuatro años antes, Lehman Brothers, la compañía global de servicios financieros, había quebrado, lo que había desatado una crisis económica internacional que obligó al presidente de EE.UU., George W. Bush, a desarrollar el programa de Alivio de Activos Problemáticos (TARP, siglas en inglés), un acontecimiento que puso fin a una década de excesos financieros y desregulación económica en Occidente.
Diez años después y tras todo el sufrimiento que aquella recesión ha dejado en nuestro país (desahucios, medidas de reducción del gasto público…) vemos que el rescate al sector financiero se eleva ya a más de 70 mil millones de euros, una cantidad que supone una pesada carga para las generaciones futuras.
El rescate era necesario, de no hacerse el sistema financiero hubiera entrado en una crisis de consecuencias aún mayores para bancos, ahorradores y en general para toda la sociedad española e incluso europea (al peligrar incluso la zona euro en su conjunto).
El euro digital como alternativa: los bancos perderían su capacidad de crear dinero digital privado
Sin embargo, las cosas ahora son diferentes. En la actualidad, gracias a la tecnología es posible crear un sistema financiero mejor que el actual. Un modelo económico más eficiente y más justo donde se disponga de un dinero digital público y exento de riesgo, el euro digital.
Un cambio de esta envergadura no se produce desde que en el siglo XIX los Estados prohibieran a los bancos comerciales emitir dinero físico. Una restricción que se debió a los colapsos económicos que se producían como consecuencia de los incumplimientos en las promesas de pago de la banca privada.
En la actualidad, el debate es diferente en las formas pero igual en el contenido, ya que lo que se propone es acabar con la capacidad de las entidades de crédito de crear dinero digital mediante sus anotaciones en cuenta.
Se quiere así devolver la capacidad al banco central de crear la totalidad de los euros físicos y digitales y poner fin a la irracionalidad económica que supone que la banca privada produzca el 90% de la masa monetaria que nos rodea.
Pero ¿por qué crear un euro digital? Pues por varias razones, entre ellas la de crear un dinero público sin riesgo que evitaría crisis económicas como la del 2007 y sus posteriores traumas sociales, económicos y políticos al separar de forma definitiva el dinero de los servicios de pago y crédito.
Con un euro digital, el dinero sería seguro y estaría respaldado por un banco central ajeno a intereses económicos privados y con capacidad de representar a toda la ciudadanía.
El euro digital se distribuiría a los ciudadanos mediante una serie de proveedores autorizados por el BCE (bancos tradicionales y fintech) que custodiarían y ofrecerían servicios de pago y préstamo con los euros digitales.
En todo este proceso, el banco central se convertiría en una especie de comité de política monetaria que registraría el dinero creado y que controlaría la política monetaria para que no se produjera inflación o deflación en la zona euro.
De esta forma, el BCE podría dirigir su política monetaria de manera mucho más directa y efectiva que en la actualidad, ya que los bancos perderían su capacidad de crear dinero digital privado.
Este diseño beneficiaría a España ya que eliminaría el denominado riesgo país, un problema que ha creado grandes quebraderos de cabeza a los gobernantes españoles de los últimos años.
Limitar al euro digital sería como frenar el avance tecnológico
Esta nueva moneda digital europea no debería tener un límite ni un tipo de interés negativo, ya que ya que de tenerlo, los europeos perderíamos nuestra capacidad adquisitiva con el paso del tiempo.
Por otro lado, no debería fijarse un máximo a las tenencias de euro digital. En los últimos meses, se ha mencionado la posibilidad de poner un tope de entre 1 y 1,5 millones de euros digitales así como un límite de 3.000 euros de euro digital por persona.
Lo cierto es que carece de sentido poner un límite a un avance tecnológico que viene a sustituir a un dinero privado bancario con riesgo y que ha necesitado de regulaciones y privilegios estatales para sostenerse en pie (como el fondo de garantía de depósitos que solo garantiza hasta 100 mil por cliente y banco o las regulaciones macroprudenciales de Basilea III).
La banca privada observa al euro digital como una amenaza
Es entendible el recelo de los bancos por la llegada del euro digital. Las entidades comerciales ganan mucho dinero en la actualidad con sus depósitos bancarios ya que aunque los tipos de interés han estado bajos muchos años (ahora están subiendo) el sistema de creación de dinero con los depósitos les permite obtener un margen de beneficio que les asegura la viabilidad de su actividad.
Lógicamente, la adaptación de los bancos tiene que ser gradual ya que estas entidades ocupan un lugar preponderante en la economía al ser los principales depositarios de los ahorros de la gente y ser los principales financiadores de empresas y familias.
Por esta razón, deben ir adaptándose y cambiar su modelo de negocio para competir en igualdad de condiciones con los nuevos jugadores en la emisión de crédito y en los servicios de pago.
Su posición actual no es mala, ya que son las empresas que más experiencia tienen en ofrecer servicios financieros y además parten con la ventaja de tener los depósitos de la ciudadanía, por lo que podrían gestionar a la perfección el euro digital que está por venir.
Aunque todavía no sabemos con precisión si tendremos un euro digital en el futuro, es importante ser consciente del cambio que su llegada supondría para España y para Europa.
El euro digital y el escenario geopolítico: privado vs público
En la actualidad, más de 100 bancos centrales de todo el mundo ya están explorando la posibilidad de desarrollar sus CBDC. No solo eso, China, el gran desafío para Occidente en los próximos años, ya ha desarrollado su propia CBDC, el yuan digital, una moneda digital estatal que ya es usada por 250 millones de personas y que se ha diseñado tanto para pagos minoristas nacionales como trasnacionales.
Ante un desafío económico de estas magnitudes, la UE está obligada a responder y preservar su estabilidad financiera frente a CBDC extranjeras o iniciativas de dinero privadas que carecen de la legitimidad democrática que el dinero debe tener en nuestro modelo de sociedad.
La llegada del euro digital nos interesa mucho ya que su implementación tendrá efectos en nuestra vida diaria al afectar a la manera en la que nos relacionamos con el dinero en nuestro día a día.
El asunto no es menor. Se trata del dinero del mañana. La pregunta es muy simple. ¿Cómo queremos que sea nuestro dinero digital? ¿Privado o público? ¿De un país extranjero o de la UE? ¿Creado por los bancos comerciales o por los bancos centrales? El debate ha comenzado.
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