En mi columna anterior comenzamos a revisar diferentes opciones de inversión para que cualquier persona pueda invertir y poner a trabajar su dinero. Arrancamos con la deuda gubernamental o bonos de gobierno (e.g. CETES) como primera opción de inversión. Si prestarles a los gobiernos parece no ser la alternativa más atractiva para el pequeño inversionista, ¿Qué hay sobre la deuda corporativa y acciones? Las empresas típicamente ofrecen más de una forma para atraer y poner a trabajar tu capital. Las más directas son la colocación de deuda y la compra/venta de acciones.
El entrar en un acuerdo de deuda o bono corporativo con una empresa, típicamente promete un retorno mayor a la deuda gubernamental la cual varía de empresa a empresa. Esta diferencia en rendimiento refleja el riesgo percibido de que dicha empresa quiebre, desaparezca o simplemente se niegue a pagar sus deudas. Recuerda, estás prestándole dinero a una persona moral, la cual, si bien tiene carácter jurídico, es una construcción ficticia que existe únicamente por medio de documentos y representantes legales.
En dado caso de que una empresa quiebre, los tenedores de bonos tendrán que esperar con paciencia pues antes de dividirse los activos restantes de la empresa buscando un retorno por su inversión, la empresa deberá pagar primero a:
- Aquellos con obligaciones de pago onerosas: IMSS, Infonavit, pago de nóminas y liquidaciones laborales.
- Acreedores con privilegio especial: Aquellos que tengan un aval o colateral de valor, por ejemplo, los dueños del crédito hipotecario del local del negocio.
- Acreedores ordinarios: Proveedores y tenedores de bonos.
Cabe resaltar que si se desea tener acceso y adquirir deuda corporativa típicamente se necesita un intermediario como un asesor patrimonial financiero o ser parte de un fondo de inversión que ofrezca dichos instrumentos.
Las acciones por otra parte implican la propiedad misma de la empresa. El obtener acciones de una empresa quiere decir que una persona se vuelve dueño de una parte de la empresa, y por lo tanto tiene (o debería tener) acceso a los reportes financieros periódicos de la empresa.
Sin adentrarnos en particularidades sobre las acciones como dividendos periódicos o cómo evaluar si una acción está sobre valuada o infravalorada es importante notar que dada la aprobación y visto bueno de la directiva de la empresa, esta tiene la capacidad de emitir una cantidad ilimitada de acciones, efectivamente diluyendo el valor de cada acción previamente emitida.
Una de las características más críticas y muy a menudo subestimadas de los bonos y las acciones de empresas es que de manera similar a la deuda gubernamental, implican una promesa de pago a futuro, ya sea en función de una tasa de interés pre acordada sobre el capital prestado o de ganancias de la empresa a futuro en moneda gubernamental, el activo subyacente del cual los bono o acción se apuntalan.
El valor de un bono o acción será siempre la promesa de moneda gubernamental en el futuro. Esto presenta un problema, ¿Qué pasa si invierto en una o varias empresas cuyos instrumentos de inversión están denominados en una moneda débil, una moneda la cual se está imprimiendo constantemente? Si de por sí existe un riesgo de que una empresa no tenga éxito comercial, emita más deuda y más acciones, existe también el riesgo de que la recompensa por participar en estos instrumentos de inversión sea a su vez diluida con más bonos y más acciones a la venta. Parece más complicado de lo que inicialmente pensaste cuando contemplabas invertir en empresas, ¿cierto?
Consideremos un par de ejemplos para ilustrar un poco:
¿Invertirías en alguna empresa en Argentina o Venezuela, por ejemplo?
Aún si la empresa de tu elección lograse resultados financieros extraordinarios y fuera de serie, necesitaría presentar ganancias sobre capital superiores al 50 y 200%, respectivamente, las cuales son las tasas de inflación (oficiales) de estos dos países. De lo contrario, cualquier desempeño empresarial inferior estarían destruyendo valor, entregando a sus inversionistas moneda que sí bien presentará un valor nominal superior a lo inicialmente invertido, tendrá una capacidad de compra muy reducida.
Tanto la deuda como las acciones empresariales están sujetas y por siempre fijas al valor de la moneda en la que estén denominadas, su activo subyacente. No sólo hay que confiar en que no se emitirá una cantidad descontrolada de deuda y de acciones adicionales (diluyendo el valor de las existentes), sino que también hay que ponerle un ojo a la estabilidad de la moneda en la que cotizan.
Antes de invertir en empresas, necesitamos garantizar que el ambiente monetario sea estable. De lo contrario de nada sirve que las empresas de nuestro portafolio sean aquellas con el mayor crecimiento y desempeño financiero del mundo ya que será extremadamente difícil destruir valor para el inversionista. En tiempos de impresión de moneda a ritmos acelerados, cualquier ganancia financiera necesita competir contra la aplanadora que representa la expansión monetaria acelerada e inflación resultante.
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