La propia naturaleza del ser humano le imprime una firme necesidad de saber, como la más fuerte inclinación natural, dando origen a numerosas herramientas que promueven formas cada vez más avanzadas de producción de conocimiento y asimilación del mismo.
El correr del tiempo llevó a una lenta labor de acumulación del saber que condujo a diversas distinciones. Esta masificación en contexto actual configura el escenario del big data.
Ante la superabundancia del dato, como gran amasijo de información, surge la necesidad de una respuesta filosófica.
Una aproximación inicial a la cuestión nos inclina a indagar sobre la incidencia que blockchain y la Inteligencia Artificial (IA) tiene en el propio acto de conocer. Esto se debe a la simple cuestión de la doble presencia de una cosa: una natural y una cognoscitiva; agregando quizás una tercera: el “ser en el metaverso”.
De manera tal que la forma de un árbol por ejemplo, que determina a cierta materia haciéndola ser precisamente árbol, puede tener otra existencia además de la propia, en el entendimiento de quien conoce el árbol. Este nuevo modo de existencia de la forma se denomina intencional; y una tercera variante en el metaverso, adecuada o no a las cualidades y accidentes del mundo sensible.
Utilizo de manera causal la ejemplificación con un árbol, ya que éste es utilizado como recurso metafórico en el diagrama de comprensión de la estructura de blockchain donde la raíz es el nodo inicial de aquel árbol intangible llamado merkle.
En lo que respecta a la IA, partiendo de la base de que la forma del sujeto cognoscente se incrementa con la forma del objeto conocido, obliga a preguntarnos si en el conocimiento producido por sistemas de IA (en los casos de deep machine learning) podemos o no hablar del agente artificial como sujeto cognoscente.
Son las formas de los entes reales las que adquieren una nueva existencia en el intelecto humano, dando lugar a lo que llamamos conocimiento, por lo que al prescindir del intelecto humano ¿podríamos hablar técnicamente de conocimiento?
Asimismo, en el metaverso la relación se invierte, pudiendo el intelecto concebir formas creadas en el mundo digital que no tienen existencia previa en la realidad; y más bien se modelan en un ecosistema digital, para hacer posible su existencia en el mundo real.
En conclusión, el origen del conocer está en la realidad y esta misma realidad es la que determina la medida del contenido del conocimiento; consecuentemente, el saber será verdadero cuando el entendimiento se encuentre realmente medido por la cosa real cuando la forma intencional coincida con la forma inmanente a la realidad objetiva, dando lugar a un interrogante epistemológico sobre entornos de blockchain e inteligencia artificial.
¿Pueden los sistemas de inteligencia artificial y blockchain medir la cosa real?
De ser así damos por supuesta la capacidad de entendimiento, la cual le es propia al intelecto humano.
La única manera de poder sostener esta hipótesis, sería partir de la premisa de que el intelecto humano existe por derivación en el sistema de machine learning de los agentes artificiales, sin limitar el campo de análisis a la inteligencia artificial o incluso a su plataforma subyacente (blockchain); aplicando analógicamente las categorías al plano reservado al ser humano, donde ambas inteligencias, natural y artificial, tienen o tendrían la misma substancia.
Lo antes expuesto se aplica al conocimiento intelectual, pero algo similar ocurre en el conocimiento sensible, donde el sujeto se hace otra cosa también, pero no inteligible sino sensible, ya que las cualidades sensibles de las cosas materiales se hacen intencionalmente imágenes en la sensibilidad del que conoce.
Ese conocimiento sensible ocupa un espacio de gran importancia, desafío y deseo de superación por parte de la ciencia aplicada a las nuevas tecnologías que pretende que un agente artificial experimente el mismo conocimiento sensible que un ser humano.
Corresponde preguntarnos entonces…
¿Cómo afecta blockchain y la inteligencia artificial el discurso del saber?
Los nuevos agentes tecnológicos gravitarían en el plano del saber y el conocer, más no en el saber filosófico. Es el saber y el conocer propio del intelecto humano, pero la realidad actual demuestra empíricamente que un agente artificial puede producir un conocimiento nuevo quizás no concebido a priori por el ser humano que tenga a su cargo la programación o carga de información.
Motivo por el cual corresponde indagar por el ser de la cadena de bloques y el ser de la inteligencia artificial para medir su obrar, ya que el obrar sigue al ser, ser en cuanto entidad.
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