Asumió en diciembre de 2019 y su renuncia se conoció hace unas horas, por redes sociales. No era conocido en la política; tampoco en los gremios o empresas. Martín Guzmán llegó a uno de los cargos más celosamente vigilado por la sociedad argentina con una medalla: ser pupilo del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Ese reconocimiento no era menor.
Stiglitz es uno de los economistas más respetados por la vicepresidenta Cristina Kirchner. Las dos veces presidenta de Argentina que eligió como candidato al actual Jefe de Estado. Ese movimiento político le permitió a Alberto Fernández acceder a la presidencia, pero convivir con el peso de una batalla interna. Para los seguidores de Cristina, “los votos son de ella”.
Guzmán entendió el juego y comenzó su gestión mostrándose como un funcionario que respondía a las inquietudes de la vicepresidenta. De hecho, antes de cerrar la reestructuración de la deuda o las medidas en torno a las tarifas, pasó a explicarle el plan a Cristina.
Después de arduas negociaciones, Guzmán alcanzó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para anotarse un gran triunfo a los ojos de Kirchner. Pero todo cambió desde principios de 2021. El ala dura del Gobierno comenzó a discutir la “autonomía” de Guzmán y a ponerle condiciones.
Hubo un claro pedido en torno aumentos de tarifas menores al 10% y que los salarios comenzaran a ganarle a la inflación. Ése fue el comienzo del fin para el ahora ex Ministro de Hacienda que presentó su renuncia por Twitter.
En su dimisión, Guzmán pide algo que cualquier observador podría considerar elemental. Que la persona que lo suceda goce del aval de la coalición gobernante. Un mensaje que apunta de lleno a quienes, especialmente en el último tiempo, no lo dejaron ejercer su cargo con libertad. Así se lo aconseja al Presidente Fernández.
“Considero que será primordial trabaje en un acuerdo político dentro de la coalición gobernante para que quien me reemplace, cuente con el manejo centralizado de los instrumentos de la política macroeconómica. “
Más presiones, inflación y pelea definitiva
La pelea entre el espacio político de Cristina Kirchner y Guzmán se incrementó cuando movimientos sociales pidieron reinstaurar el IFE, un plan social de emergencia post pandemia. Guzmán no aceptó y ajustó salarios estatales y jubilaciones a comienzos de año. Pero no fue un repliegue real.
El ministro se había guardado espacio fiscal para el segundo semestre, que inundó la elección legislativa de pesos. Fue tarde, los salarios, en un año electoral, habían perdido con la suba de precios hasta junio, una factura que todavía le endilgan.
La ruptura final con el kirchnerismo llegó con la carta de Cristina Kirchner en la que lo acusaban de un ajuste fiscal. Y luego con la decisión de Máximo Kirchner de renunciar a la jefatura del bloque de Diputados y, además, no acompañar su acuerdo con el FMI. Guzmán se refugió en la débil figura del Presidente.
Pero la renuncia de otros funcionarios que comulgaban con su visión lo erosionó más. Su prédica a favor de la reducción del déficit fiscal, la baja de la emisión monetaria y la acumulación de reservas (los objetivos propuestos en el Programa de Facilidades Extendidas e incumplidos ya en el segundo trimestre de 2022) se fue quedando con pocos acompañantes y con cada vez menos creyentes dentro de las filas del peronismo.
El kirchnerismo duro, pensando en 2023, hizo directamente una campaña en contra del acuerdo. El pico de inflación de 6,7% en marzo de este año lo dejó más golpeado en la interna oficial. La inflación estimada por él este año tiene un techo de 62%, lo que podría dejar a la Argentina con la suba de precios más elevada desde 1991, superando el cierre del mandato de Macri.
Su gestión se fue quedando sin confianza. La decisión de sumar más cepo se conjugó con una disparada de los dólares libres y un derrumbe de sus bonos. Una última reunión con Alberto Fernández en la que no obtuvo el apoyo esperado, selló el rumbo. Guzmán fue derribado por la falta de apoyo político de la vicepresidenta en la construcción de su camino a las elecciones presidenciales de 2023.
Después de la renuncia, dólar cripto sin techo
Luego de conocerse la salida de Guzmán, los vendedores ofrecen USDT a un promedio de 270 pesos argentinos, un 12% más que el último cierre del blue. Es así debido a que las transacciones son entre particulares, que se transfieren el valor a través de sus cuentas bancarias o wallets. Algunos llegan a ofrecer la divisa a 300 dólares.
Esta semana, el Banco Central (BCRA) oficializó restricciones para el acceso a divisas para importadores, en un intento por frenar la salida de dólares e intentar recomponer el stock de reservas. Así, la entidad pudo acumular un saldo positivo de casi 1,000 millones de dólares, pero al mismo tiempo se dispararon los dólares paralelos, que alcanzaron récords nominales.
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